jueves, 30 de octubre de 2008

Pequeños instantes

Esta entrada se la voy a dedicar a mi buen amigo y colega Don Carlos Rubio Cedrún, natural de Ampuero (Cantabria). La naturaleza siempre fue su pasión y se convirtió en su trabajo tras estudiar Biológicas en León (grandes momentos pasamos es ese horrible edificio). Ahora la fotografía ocupa su tiempo libre y nos ofrece sus obras en su blog: Pequeños instantes. En él podéis descargaros parte de su obra fotográfica en forma de póster, que seguro que queda muy chulo en el salón o en la habitación de vuestra casa. Para finalizar dejo una muestra (con su permiso) de una fotografía que me ha gustado en particular y que ha sido la última que ha subido a la red.


Nacimiento del río Torío en la provincia de León.

La biología ¿es una ciencia con trazas de arte?, o ¿es un arte con trazas de ciencia?

martes, 28 de octubre de 2008

Journal of Visualized Experiments (JOVE)

En ocasiones las publicaciones científicas no son todo lo explícitas que nos gustaría a la hora de describir los protocolos utilizados en ellas. En cierta medida el laboratorio es como una “cocina”, en la cual cada uno emplea sus truquillos (los cuales no tienen cabida en los artículos), que pueden ser la clave para que la técnica salga y sea reproducible.

Imaginémonos una tarde de domingo (en solitario o en pareja), en cualquier caso aburridos o abducidos por esas pelis sobre secuestros o maltratos que nos pone en la sobremesa nuestra amiga la caja tonta. De repente, damos un salto del sofá porque nos surge la feliz idea de mejorar nuestra experiencia en la cocina tratando de emular a nuestra heroína/héroe en la materia (mi madre y mis abuelas, en mi caso) y preparar nuestro plato preferido. Envalentonados nos ponemos manos a la obra, nada puede fallar, ya que tenemos bien anotados todos los pasos para la correcta elaboración de lo que será nuestra cena, dictados en su momento por nuestro “sensei” culinario en una hoja cuadriculada de una antigua libreta amarilleada por el tiempo. Nos remangamos y empezamos a seguir todos los pasos al pie de la letra (siempre con cierta dificultad ya que los pizcos de harina o la cucharadita de aceite todavía no se encuentran estandarizados por la IUPAC). Llegamos al final de la receta y una primera mirada a la meseta de la cocina nos lleva a la primera exclamación: ¡Dios mío, cuantas cacerolas, sartenes, tenedores he manchado! ¡Como he puesto la encimera, suelo y techo!, no recuerdo a mi abuela produciendo semejante cataclismo…En este primer punto ya vemos la diferencia con nuestro maestro, el ir utilizando el mismo tenedor o reutilizando la misma sartén o fregando según se avanza en la elaboración de la comida son puntos que no habíamos apuntado en la receta. Pero la decepción final surge cuando acercamos la cuchara o el tenedor, tomamos una muestra de nuestra obra y nos la metemos en la boca ¡NO SABE IGUAL! ¡PERO NI PARECIDO!, comienzan entonces las preguntas, ¿Qué habré echo mal? ¿Será la sal? ¿Habré puesto poco pimentón? ¿Me habré saltado algún paso? Cabizbajos asumimos la derrota y cenamos con cierta amargura, recordando y comparando el sabor de nuestro plato con la exquisitez que teníamos grabada en la memoria. Lo cruel del asunto es que podremos intentarlo mil veces que nunca nos saldrá igual que a nuestra madre o abuela, y utilizaremos la ya clásica y metafísica frase de: “Es la mano de la abuela”.

Posible resultado en la experimentación culinaria


Pues algo parecido ocurre en el laboratorio (no tan exagerado, claro). Quieres hacer una técnica, pero sabes de antemano que los protocolos escritos o los artículos solamente hablan de los pasos fundamentales, obviando los pequeños “trucos”. De esta manera se hace muy complicado que un protocolo te salga a la primera, solo después de muchas pruebas (denominadas coloquialmente en el laboratorio como probatinas) consigues que salga bien y sea reproducible. Normalmente para evitar perder mucho tiempo uno tiene que recurrir a colegas que estén aplicando dicho protocolo a sus estudios y observarles en todos los pasos para copiar sus truquillos (e inevitablemente también sus manías). Y ya cuando la técnica es extremadamente compleja y no se hace en tu laboratorio te haces una estancia y te vas a otro centro, ciudad o país.

Una buena noticia es que ha surgido una nueva revista on-line de libre difusión cuyos artículos se encuentran avalados científicamente bajo la ya común revisión por pares. Como dicta su nombre “Journal of visualizad experiments” (en abreviaturas JOVE) los experimentos se publican en formato video, con buena calidad y con claras narraciones de los autores. Además adjunta un pdf detallado de cada experimento. Lo más interesante de dicho formato es la posibilidad de observar como lo hacen, y tomar nota de todas esas pequeñas cosas que se hacen pero que no se escriben, para facilitar su reproducibilidad en todas partes. Recomiendo la página no solo a los profesionales, sino también a cualquier estudiante, ya que las explicaciones son muy instructivas.

En resumen, ¡Ya tenemos a nuestro propio Arguiñano!

jueves, 9 de octubre de 2008

El nobel fluorescente

a- ¿Bueno, y usted a que se dedica?

b- Soy investigador

a- ¿y que investiga?

b- Hago un estudio sobre porqué tienen fluorescencia algunas medusas

a- …

a- ¿¿??

a- ¿Y eso para que sirve?

b- …………

Cuantas veces parece que los científicos malgastan el tiempo y el dinero estudiando “banalidades”, pues bien, el estudio de la fluorescencia de una medusas llevó a Osamu Shimomura, Martin Chalfie y Roger Y. Tsien a descubrir y aplicar la que el primero de ellos denominó GFP (Green fluorescent protein) y por este motivo acaban de otorgarles el premio nobel de química 2008.

Un premio nobel no se otorga así como así, generalmente se otorgan a personas que han hecho una aportación “clave” para la ciencia y este caso no es para menos.

Simomura en 1962 estudió la fluorescencia de la medusa Aequorea Victoria y aisló dos proteínas, una de fluorescencia azul que era la que generaba el principal efecto fluorescente en la medusa y la GFP (que emitía fluorescencia verde). En 1988, a Martin Chalfie se le ocurrió utilizar la GFP de Simomura introduciendo su gen en el gusano C. elegans (tras clonarlo en e.coli y realizar otros trabajos previos), lo cual le permitió "marcar" específicamente las neuronas que controlan el tracto digestivo de dicho gusano. Propuso que con su utilización se podría observar el transito que siguen los distintos tipos celulares durante el desarrollo de manera específica. Por último, el tercer premiado, Roger Tsien, es el responsable de la modificación de la proteína para que emita fluorescencias de distintos colores (de tal manera que se pueden marcar distintos procesos al mismo tiempo y discernir entre ellos mediante colores).

Aequorea Victoria

Hoy en día se utiliza ampliamente para distintos tipos de estudios, y resulta una de las herramientas más poderosas para la observación de numerosos procesos biológicos. Por ejemplo, en neurobiología está muy extendido su uso para marcar distintos tipos de neuronas al mismo tiempo (brainbow), lo cual es una especie de cartografía cerebral, que puede llegar a ayudarnos a comprender la estructura y funcionamiento de nuestro órgano más complejo, así como el porqué de muchas enfermedades neurodegenerativas.

Muy utilizada también en cáncer para la observación y estudio de metástasis y angiogénesis, en el estudio del VIH, de la migración celular, de clonación, transgénesis, con células troncales…

Sin duda sus aplicaciones parecen infinitas y es un merecido premio para estos tres visionarios que supieron entender la importancia de un trabajo que a la vista del público general podría aparentar inútil. Además es el típico caso que ilustra como funciona la ciencia de forma ideal donde el resultado se debe a una sucesión de descubrimientos escalonada, en este caso desde que se descubrió la proteína hasta que se encontró su aplicación y ahora todos los resultados en los distintos campos de la Biología.

Y todo empezo con alguien estudiando medusas...

viernes, 3 de octubre de 2008

Defecto antropocentrista

El hombre ha estado aquí durante 32000 años. El hecho de que costara cien millones de años preparar el mundo para él es prueba de que esto es para lo que fue hecho. Supongo que así es. No lo sé. Si la torre Eiffel representara ahora la edad del mundo, la capa de pintura en el botón del remate de su cúspide representaría la parte  que al hombre le corresponde de tal edad; y cualquiera se daría cuenta de que la capa de pintura es la razón por la que se construyó la torre. Pienso que se darían cuenta; no lo sé.

Mark  Twain (en su época, no se sabia que la edad de la tierra era de 4500 millones de años, en lugar de 100)

Fantástica ironía que nos coloca como una mota insignificante dentro de la grandiosa obra de la naturaleza.

Pero no solo los creacionistas o religiosos nos presentan como la finalidad de la creación (a imagen y semejanza del creado…¡que egocentrismo!), en ocasiones las gentes de ciencia infieren en el error de hablar de más o menos evolucionado, y como no el hombre es lo mas de lo mas…(algunos digo yo). Seguro que todos hemos oído a un colega Biólogo o entendido en la materia hablar de que si tal especie está más o menos evolucionada que otra, pues bien, esto es una tara ideológica que viene de nuestro visceral antropocentrismo.

En la actualidad, ninguna especie esta más o menos evolucionada, todas se encuentran "ADAPTADAS" cada cual a su ambiente. La evolución no tiene finalidad y sin una finalidad no se puede dar un grado. A lo sumo podemos hablar de seres más o menos complejos o de cuanto ha evolucionado una especie en un determinado periodo de tiempo. Es cierto que algunas especies llevan millones de años sin que "aparentemente" se haya producido en ellas un cambio (aparentemente, porque seguro que si lo han sufrido, solo que no hemos sido capaced de detectarlos),  pero eso no las convierte en seres menos evolucionados(como he oido en alguna ocasión en algún medio).

En definitiva, corrijamos este defecto antropocentrista, coloquémonos donde nos corresponde, que no es ni por encima ni por debajo de ningún ser vivo y asumamos de una vez que nuestra especie tiene de divino lo mismo que una bacteria, protozoo, planta, gusano, cerdo…(quizás incluso un poco menos divinos que este último al cual hay que venerar por los ricos chorizos, jamones…).

Vuelvo a citar a Twain: El hombre es un experimento; el tiempo demostrará si valía la pena.